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Haciendo Teatro de la Calle en la Ceslao Marín hace fuuuuuuuu |
Aquí aprendí…
De niño aprendí a correr por las piedras del río
Puyo, aprendí a usar mis pies como si fueran mis manos, aprendí a nadar en la “poza”
del segundo puente y luego a saltar desde lo alto de sus rocas hasta el fondo
del río tocando sus piso, aprendí que no hay mejor aventura que subirme a mi
barco que era mi boya sorteando los rápidos del río, aprendí a subirme a los
árboles de guabas y guabillas y hartarme de comer sus dulces frutos como mono,
aprendí a meter el dedo en el avispero y correr antes que te agarren, aprendí a
pescar sardinas y llevarlas a mi abuela para que me prepare con arroz, recuerdo
la cocina de mi abuela como una inmensa despensa para todos sus nietos, hijos,
yernos, nueras, amigos, para todos siempre había que comer, deliciosos platillos
que no he vuelvo a probar, ella se fue pero todavía puedo sentir los agradables
sabores de su cálida cocina.
Aprendí que las mejores tardes de mi vida fueron
con mis amigos del Barrio 12 de Mayo jugando pelota hasta bien caída la noche,
las broncas en la Plaza Roja, las canillas lastimadas, aprendí que las niñas
son buenas para manejar la bicicleta, una de ellas me lanzó con todo y bici
contra unas vitrinas de vidrio, aprendí que las niñas aunque con trampa siempre
ganan cuando se proponen.
Aprendí a disfrutar de la lluvia, a jugar bajo un
pertinaz aguacero en el Complejo Libertad, o nadar con las gotas gruesas encima
de la cabeza, aprendí a caerme en la arena de kilo y levantarme mil veces para
seguir jugando, aprendí a volver cansado a casa de mis abuelos para luego de
bañarme, comer y rezar con la abuela, acurrucarme con la tierna música de la
lluvia sobre el zinc de su gran casa de madera.
Aprendí que mis primos fueron y son como mis hermanos, recuerdo nuestras locuras, aprendí a que cuando
tienes un sueño debes hacer todo lo posible para que se haga realidad, recuerdo
nuestras obras de teatro en la calle, rodeados de tanta gente divirtiéndose de
nuestras ocurrencias, de las niñas enamoradas de nosotros, de las primeras
cartas de amor, de las primeras novias, de los primeros besos fugaces, en fin
aprendí a disfrutar mirar las estrellas desde la pileta de la Plaza Roja,
cazando a las estrellas fugaces que visitaban nuestro cielo.
Aprendí que Puyo no es una ciudad es un inmenso
barrio donde todos nos conocíamos, nos cuidábamos, nos peleábamos, pero al
siguiente día nos abrazábamos, aprendí a valorar a los amigos, a la familia, a
la naturaleza, a sus ríos, a su gente, aprendí a vivir, muchos todavía están
aquí, aunque solo saludamos, tenemos historias comunes, otros siguen siendo mis más grandes amigos,
otros se fueron al más allá, otros la vida se encargó de alejarlos de su
tierra.
En Puyo aprendí el significado de la vida y las
lecciones continúan todos los días, tierra maravillosa que me vio crecer, llorar,
amar y luchar…aquí aprendí que lo más importante de la vida es la familia y los
amigos...y el compromiso no firmado de cuidarte de quienes quieran dañarte por la eternidad.
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