La selva tropical es sinónimo de abundancia.
En ella surge la vida, la muerte, y el ciclo se repite constantemente.
Cuando nuestros cuerpos bajan al sepulcro, nos convertimos en semillas para renacer —en pambil, ceibo o laurel— y el ciclo vuelve a comenzar.
En la imagen: semillas de ungurahua, maní de monte y frutipán.
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