Noche caliente en la ciudad neblina,
huecos en los intestinos,
mareos en los campanarios,
sueños naufragados,
tristeza acalambrada,
buscando el silencio entre el paso cebra y tus ojos retorcidos,
y mis ganas de cerveza,
y mis ganas de caminar en la seda de la paz,
y el tumulto,
y el bullicio de tu interior,
quiero en esta noche de verano amazonico rasgarte la espalda,
y llorar entre la ortiga,
y las heliconeas,
por tantos pasos en falso,
que me han llevado a la inconformidad purpura de mis cantos panfletarios,
y mi voz ronca cosechada por creer en el proletariado,
y creer en ese pendejo manifiesto,
escrito por un barbón cabrón burgés,
que vivió cómodo,
y que nunca fue proletario.
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