De ese país que no sale en la historia oficial,
de barrios
bajos como la Tola o la Marín,
soy parte
de los de abajo,
de los que salen a las calles,
de los indignados,
de los vendedores ambulantes,
de los pueblos dignos de la selva,
de los de lanza,
de los de poncho,
de los del páramo,
de los del yawarmishki,
de los que toman asua,
de los guerreros del arco iris,
del gueto marginal,
de los que no tienen ruc,
ni servicio social,
de los que migran,
de los abandonados a su suerte,
de los que roban para comer,
de los que no tienen nada,
y no temen perder nada.
Soy como la mayoría,
estudiantes,
trabajadores,
pescadores,
agricultores,
médicos,
enfermeros,
de los que cargan todo el puto día.
De los que retaquean,
de los malabaristas del semáforo,
de los que quedaron sin ojos en octubre,
de los asesinados por la policía,
de los abandonados al virus,
de los que lanzaron la piedra
y no escondieron la mano.
De los hacen un cachuelito,
de los que recogen las monedas,
de los sin internet,
de los sin computadora,
de los sin escuela,
de los anulados,
de los discriminados,
de los universitarios endeudados,
de los sin servicios básicos,
de los que invaden,
de los que resisten,
de los que van repletos en el trole,
de los deportistas con ñeque,
de los hospitales colapsados.
Somo la mayoría,
y sin embargo seguimos,
sin tocar a los explotadores.
Vengo del Ecuador común y corriente.
Diego Escobar
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