Las aves siguen deteniéndose cruelmente en los cables frente a mi ventana, para recordarme con su canto que pertenezco a un puente, a un río y a una selva.
Y que inevitablemente mis aguas corren junto al de mi amada,
en ríos diferentes, apenas separados, y que aunque hoy no me habla, ni me mira, mañana sus aguas inundaran todo mi ser, formando un solo río.
Sus aguas inundan todo mi caudal y se funden juntos en un choque sobrenatural, de sentimientos y miedos como el instante en que el agua dulce de nuestra fuente desemboca y golpea con temor en el inmenso océano de sal.
Fundiéndose y golpeándose cerrados los ojos, para no ver el impacto, aunque no tenga idea lo que vaya a pasar mañana, no de lo que podrá ser.
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