Otra vez, el
viejo cojo de siempre y su patética historia,
Entusiasmado, aún a sabiendas, que el pasto verde le hace daño,
Viejo terco, que no entiende, que nunca lograra ser feliz,
Es que los
dioses: el tiempo, el destino, la fatalidad se burlaron de él y de su única
diosa la esperanza se sigue aferrando,
Creyó el,
que ella tenía más poder, para finalmente terminar hecho carga montón por los
dioses alados,
El viejo
poeta no entiende que no nació para sumergirse en la dermis de seda de las
princesas y reinas, simplemente no puede, porque la diosa fatalidad le ha
prohibido lograr sonrisas temporales en quienes se le acerquen, detenido en el
tiempo, sabe que siempre ha sido así y sin embargo linchado y maltrecho continuó entregando su fe a la diosa esperanza, viejo idiota! no sabía que esto tendría el
mismo fin, donde quiera que vaya, o quién quiera intentarlo nuevamente, será
así una y otra vez,
Aunque su
mirada cautive, aunque sus palabras enamoren, aunque sus letras ilusionen, nada
es suficiente frente al placer carnal, frente al instinto animal, el hombre de
las cavernas siempre logra llevarse sus trofeos, es que el mundo de los dioses
es tan disparejo, tan ambiguo, tan subjetivo, tan injusto y al mismo tiempo tan
real, que el espíritu poco o nada importa en este mundo absurdo, ahora desilusionado, al caer la
noche siente que su fin está cerca y que un regalo para su
alma debe ser el dulce sueño provocado a sí mismo, él sabe que su único fin épico
debe ser el suicidio, al final su muerte sera su más grande obra maestra.
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