Oda a la esperanza

Admiro a quienes tropiezan y se levantan de nuevo, a pesar de sentirse abrumados por la derrota. 


Valoro a aquellos que, sin importar cuántas veces fallen, vuelven a intentarlo con renovada fe. 


Admiro a quienes, incluso cuando la desesperanza los embarga, encuentran en el Señor el apoyo para erguirse una vez más.


Admiro a quienes han emergido del abismo y, desde las cenizas, vuelven a elevarse. 


Admiro a los derrotados, porque ellos construyen el mundo de esperanza que hoy conocemos. 


Son los que han superado adicciones, enfermedades, dolores y burlas. Ustedes son dignos de admiración.


A los que fracasaron en sus empresas y perdieron todo, pero al día siguiente se secaron las lágrimas y volvieron a soñar, también los admiro. 


Los derrotados, los fracasados, los caídos, son los hombres exitosos del mañana. No hay éxito sin un continuo viaje a través de la derrota.


La mayoría de ellos se levantan de nuevo, aferrados a la vida, a los sueños y a la esperanza. 


Yo soy uno de ellos: ayer caído y hoy levantado, dispuesto a brillar con la luz eterna del Rey de reyes. 


Toda la gloria la debo al cielo.

D. E.





0 comentarios:

Publicar un comentario