Vuelves camuflada en las millones de gotas que caen del cielo puyence,
vuelves verde, joven, radiante y victoriosa para posarte en el altar de nuestros sueños.
Vuelves escondida en múltiples máscaras, disfraces de mates, wairuros, san pedros, mandurus y wuitucs.
Vuelves encarnada en amarun, yanapuma, conga, ortiga y orquídea.
Como rocas constantes que desgastan el urku, amenazando la wasi,
con el Pastaza, su garganta de fuego y sus olas bravías en el borde de un paraíso complejo.
Vuelves del pasado al presente,
emergiendo desde el fondo de tus tolas sagradas,
con tus hijos e hijas del Pinduc,
y del templo sagrado del Zulay.
Vuelves ahorcando, envolviendo, abrazando y engullendo toda tu selva,
entonando el tuntui,
afilando la lanza y preparando la tzantza,
tejiendo la arcilla,
cocinando wayusa,
tomando asua,
bailando,
gritando al ritmo del tambor y creando vida.
Vuelves para reclamar las almas y vengar tanta maldad extranjera.
Vuelves para llenar de luz esta agónica oscuridad petrolera.
Vuelves, oh Amazanga, reina de la libertad, verdadera guerrera.