Bendita depresión y ansiedad que gracias a ti he podido escribir cuentos y algunas de mis joyas literarias, joyas para mí, estiércol para quienes no saben de mis sentimientos
𝐀𝐮𝐭𝐨𝐛𝐢𝐨𝐠𝐫𝐚𝐟í𝐚 𝐝𝐞 𝐮𝐧 𝐚𝐜𝐮𝐚𝐫𝐢𝐨
Publicado por: Diego Escobar - martes, 10 de mayo de 2022
Nací hace 40 años en un hospital del seguro social en la fría capital, mi madre nació en cambio justo donde la costa se besa con las montañas andinas, mi padre nació en un pueblo donde todo era nuevo, un pueblito en medio de la selva. Esa amalgama de costa, sierra y Amazonía se fundieron en dos nombres y dos apellidos que me han perseguido por décadas.
Crecí en un barrio en forma de tola precolombina, todo era tan antiguo que las piedras de las calles tenían al menos 200 años, crecí muy cerca de edificios coloniales.
En la calle y en la casa donde viví de niño había personajes mágicos sacados de cualquier novela del Gabo, lo único natural ahí eran las tórtolas que cazábamos en el Itchimbía, de ahí todo era cemento, las casitas donde vivíamos estaban colgadas en la montaña, todas con vista al Machangará.
En mi destartalada chopper volaba por la Marín, la oriental, la tola alta, la vicentina, el dorado, san roque, el centro histórico.
Mis padres me inscribieron en la escuela más cara de la capital, para mí en ese momento eso fue un desatino completo, ahora lo comprendo que tengo hijos, pero demasiados gomelos juntos no lo soportaba, prefería explorar el centro histórico, recorría todos los edificios históricos hasta llegar extenuado a la olla del Panecillo, para ver lo que mañana tocaba seguir conociendo. O pasaba mis horas en la guambrateca ojeando libros junto a Don Evaristo. Me regalaban ahí un vaso de leche con galletas de coco. Para que ir a la escuela, tenía todo afuera de ella, pensaba en esos años. Mis pasos a veces me llevaban hasta el parque El Ejido donde me quedaba sentado disfrutando del show de Michelena.
Las palizas brutales que nos daban los curas en la escuela y en el colegio eran equilibradas emocionalmente con los tres meses de vacaciones escolares en el Puyo, mis padres me enviaban todos los años a la casa de mis abuelos, quienes tenían en ese momento la tienda de abastos más grande de la ciudad, tenía chocolates y dulces a granel, aunque ellos no se enteraban de lo que había en mis bolsillos.
Mis primos y amigos del barrio 12 de mayo eran los cómplices de mis locuras, hacer teatro en la calle, ir al río, a la piscina del complejo libertad. Lo que más me gustaba era el río Puyo, nadar en sus aguas cristalinas era la mejor terapia para un niño hastiado de la ciudad y sus demonios. Por eso me da indignación ver al río ahora convertida en una cloaca.
En el 2005 decidí vivir de manera permanente en Puyo, después de estudiar la universidad, lo primero que hicimos con mi esposa fue empacar y dejar a la gigante ciudad de Quito atrás y empezar una nueva historia en la capital de Pastaza. Abrí mi agencia de viajes, mi esposa abrió su academia de inglés, he trabajado cerca de 10 años en medios de comunicación, pasión que gracias a la invitación de Salomón Osorio la mantengo ahora como forma de vida.
La comunicación me ha traído muchos enemigos por decir lo que pienso, también muchos seguidores. La comunicación honesta es como una canoa de madera sobreviviendo a las tormentosas corrientes del Pastaza. Peligroso pero lleno de adrenalina, linda mezcla para un colapsado corazón como el mío.
Enamorado de esta tierra he logrado entender la necesidad de protegerla, al final es lo único que le queda al país de naturaleza, todo lo hemos destruido. Por eso siempre he tratado de aportar a los procesos de resistencia social que tengan que ver con defender este paraíso.
En esta ciudad he sido inmensamente feliz, habido también aguaceros de tristeza, he amado con intensidad, he gritado, he reído, he cantado, he llorado hasta el amanecer. Como padre me he equivocado mucho, como esposo, hermano e hijo igual, como amigo he dado demasiado, como amante solo me he dejado llevar por mi instinto y corazón. He vivido el éxtasis, la locura, el desenfreno y eso nunca ha llenado el envase de mi felicidad.
He ganado muchos amigos, se han quedado muchos en el camino, muchos me odian por mi forma de ser, otros me siguen disimuladamente, muchos me aman más de lo que yo a mí mismo.
Amo esta tierra y se que el único camino para lograr un cambio es la política, muchos no me perdonan haber sido candidato, sin embargo, miles votaron esa vez por mí, aunque esa elección no gane, nunca me arrepentiré de haberlo hecho, lo haría otra vez si con eso esta tierra podría resolver sus grave problemas como la contaminación y la destrucción de su naturaleza.
No culpo a quienes detestan la política, yo también lo hago, porque está llena de personajes siniestros, hay cosas que no entiendo de esta tierra, talvez nunca las entenderé, no se por que los más pillos siempre son elegidos.
No se por que la gente los elige, a pesar de todo yo sigo creyendo que la política es un instrumento decisivo para cambiar el destino de miles de personas. Si seguimos pobres es por la codicia de quienes llegan al poder. La política honesta cambia y salva vidas.
En este momento decisivo de mi vida, busco ahora apagar las luces de neón, bajar el volumen de la música estridente, he decidido dejar de pelear algunas batallas cual quijote parecía loco, ahora busco la armonía, respirar profundo, exhalar por la nariz, busco dejar atrás cualquier resquicio de rencor, de ira, de temor, de angustia, busco mi equilibrio emocional, busco mi progreso espiritual, busco salud.
Ahora escribo más que leo, intento cuidar mis pensamientos, disfruto de las bendiciones que me caen del cielo, intento mirar profundamente los ojos de mis hijos, de mi esposa, de mis mascotas, de la gente con la que hablo.
Amo Pastaza y he tratado de darle lo mejor de mi vida, amo sus culturas y pueblos indígenas, amo la lluvia que cae y amo cada rincón de esta tierra. Dios me ha encargado algunas cosas que hacer en la plenitud de mi vida y espero estar a la altura soñando un día alcanzar mi zen, aunque hay aún demonios en mi cabeza estar vivo y estar aquí ya es un alivio para un espíritu lleno de cicatrices como el mío.
Disculpen cualquier cosita de más...
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