PISTA DE ATERRIZAJE


En un intento por vivir intensamente abrace las luces del atardecer y en el cielo inmenso de la ciudad de los dos ríos me perdí, desde la antigua pista de aterrizaje desplegué mis alas gigantes para ir volando tras la locura materializada en Ñusta, me sentí gigante, mis pies daban pasos acelerados, mi shunku no paraba de tocar la canción que inspiraba tus bellos ojos negros, tus mishki muchas, tu desesperado apretón de manos y tu risa dibujaba un verde y terso mundo paralelo donde el amor sabía a fruta fresca y tu olor era el viento mezclado con las guayabas de la carretera. El regreso nunca existió, nunca paso nada, dije pronto volveré a tomar como rehén ese runa shunku, pero el cielo se nublo, las alas se quemaron, la misión se hizo desierto, insomnio, calaveras andantes y los días se hicieron años y los secretos se fueron como agua entre los dedos. Mi locura se reformó y la vulgar cuerda que tira del caballo de la cordura se hizo religión amaestrada. Sin embargo no olvido ni el brillo, ni el olor, ni el color, ni el sabor. Todos son cajitas con bailarinas de ballet guardados en la memoria esperando ser abiertas para explotar de color y música clásica. Partituras del corazón que jamás se olvidaN