Martes 25

El último suspiro sabe a carbón y a pulpa de árbol muerto,
el mundo debe aún aguardar por el libro del poeta tuerto.

En estas cuatro paredes cubiertas de vegetación yace un espíritu secuestrado,
cuanta falta le hace al escritor la leña y el papel quemado,
ya son demasiados los diablos restaurados,
en las piernas hay lianas enroscadas,
que bajan hasta los pies y los dedos,
aprietan como jaguares enjaulados.

En los sueños los supais viajan siempre acompañados,
los dulces pegajosos son muy peligrosos,
los viajes suspendidos están entre la espesa niebla de las cuatro,
y tu pelo largo y tus besos añejados.

Nos queda vociferar entre cada verso mal trazado,
tolerando las caricias y el labio rojo añorado,
y el beso largo y explosivo caducado.

Quedan las tangaras verdes frente a la ventana colgados,
la wayusa flaca despuntando,
los rayos del sol plateados,
mis manos como ukuis volando
y mientras tanto tu,  hermosa, sigues mi cabeza devorando.